lunes, octubre 10, 2011 a las 18:16:00 |

El otro día traspasé una frontera que jamás pensé que sería capaz de superar. Fue un acto de inconsciente e irresponsable rebeldía ante los cánones básicos que sustentan el estado de derecho. Y efectivamente fue inconsciente porque en ese momento ni siquiera me daba cuenta de la importancia que tenía. Yo sólo quería salir un rato por la noche, para departir amigablemente con mis colegas sobre la sociedad, el devenir del se humano, la filosofía existencialista y todas esas vicisitudes que uno saca a relucir los fines de semana en un intento por dejar el mundo un poco mejor que cómo nos lo encontramos. El mundo del dueño del bar de turno sí que suele mejorar, claro, así que nunca nos vamos a casa con las conciencias vacías.

Normalmente salgo a la calle vestido, por lo que en eso estaba cuando me di cuenta, pobre de mí, de que no quedaban calcetines del mismo color. Es decir, en el cajón había uno negro y ot

ro gris. Gris casi blanco. Bueno, la tonalidad en sí no era lo importante. Lo importante era la disparidad de tonalidades. Eso sí. Nunca en mi vida me había puesto calcetines desparejados. No por nada, simplemente no entraba en mis esquemas mentales. Pero aquel día, el viernes pasado, traspasé una frontera que ni siquiera me había dado cuenta que existía.

Me coloqué el negro en el pie izquierdo y el gris en el derecho, pura aleatoriedad podológica, y en ese momento pensé “Je, soy un librepensador”. Así es, no sólo le digo chorradas a al gente, también me las digo a mí mismo. Fue ese comentario, sin embargo, el que me hizo darme cuenta de que en realidad aquel acto inconsciente era mucho más importante de lo que parecía. Como el primer

esclavo que pensó “Igual no debería estar tirando mi vida arrastrando enormes bloques de hormigón para construir la tumba de un tipo que ni siquiera me cae bien. Quizás debería construir otra cosa, como una hogar para mí y mi familia. Quizás mis hijos deberían estar jugando en vez de estar en una mina en los túneles más pequeños y con menos aire respirable. Y debería buscarme algún pasatiempo, porque a partir de ahora voy a tener mucho tiempo libre”.

Es un pensamiento increíblemente sencillo, pero al que cuesta llegar porque la mente tiene barreras. Barreras enormes que nos impide ver la luz de la sabiduría, la razón o simplemente la luz de la no concordancia calcetinil. Sin embargo, esas barreras son cartón, se queman fácilmente si uno da con el pensamiento adecuado. El ejemplo de los calcetines es muy sencillo, por eso logra ser tan esclarecedor. A priori es igual de bueno llevar los calcetines en pareja que desparejados, sin embargo mi cerebro ignoraba automáticamente la segunda opción. Una y otra opción son igual de buenas, pero mi mente sólo asimilaba la primera, fruto de la educación, la costumbre, lo que sea. Pero no del razonamiento

Pero esto son sólo calcetines. Y que me entiendan todos los fanáticos de los calcetines, aprecio su valor ergonómico y térmico y creo que los echaría de menos si desaparecieran, pero hay cosas más importantes en la vida. Cosas que puede que esté haciendo de una determinada manera, cuando puede haber miles caminos igual de válidos o incluso mejores.

Así que ahora sólo he de localizar mis barreras mentales, que por supuesto cualquiera que viva en sociedad debe tener millones, y quemarlas. Más fácil decirlo que hacerlo, ¿verdad? Luchar contra la propia mente siempre es arduo, pero los resultados suelen ir encaminados a hacernos mejores personas. ¿Hasta qué punto es aplicable el caso de los calcetines desparejados? Meditaré sobre ello.

Por el momento tenderé a dudar de todo aquel que me diga que para hacer algo sólo hay una manera. También le recomendaré que saque los calcetines del armario sin mirar.

Idea alegre: ¡También se puede ir sin calcetines!

Idea alegre 2: el de la imagen es Sockarang, un superhéroe cuyos brazos son calcetines. Lo cierto es que no los lleva desparejados, pero su como los lleva en un sitio peculiar, se le puede considerar también "librepensador".

Publicado por Carlos L. Hernando Etiquetas: ,

2 comentarios:

montse dijo...

Discrepo.
No se trataba de dar con el pensamiento adecuado si no con la falta de la pareja de un calcetín sumada a la imposibilidad de hacer servir otra pareja en ese momento determinado. Cuestión de necesidad. Pero me ha gustado muchísimo. :)
(No me lances un riñón, por favor...)

lunes, octubre 10, 2011 8:47:00 p. m.
Carlos L. Hernando dijo...

Lo cierto es que ando falto de riñones ahora mismo. De cualquier forma, el tema de las parejas de los calcetines perdió sentido con la revolución industrial. Por cada calcetín de suepermercado, hay un millón idénticos en el mundo.

domingo, octubre 16, 2011 7:32:00 p. m.
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